“A aquel que abrace esta devoción, yo le prometo la
salvación”.
El 13 de Mayo 2000, el Santo Padre Juan Pablo II
beatificó a los dos pastorcillos de Fátima, Jacinta y Francisco, quienes junto
con la Hermana Lucía, religiosa carmelita, fueron testigos de las apariciones
de la Virgen en la Cova de Iría.
En su homilía el Papa afirmó: «Al igual que en
Lourdes, en Fátima la Virgen también escogió a los niños, Francisco, Jacinta y
Lucía, como destinatarios de su mensaje. Lo acogieron de un manera tan fiel que
han merecido ser reconocidos como testigos creíbles de las apariciones, hasta
el punto de convertirse ellos mismos en un ejemplo de vida evangélica.
¿Qué es Fátima?
Fátima es la intervención del Cielo a través de la
visita de María, nuestra Madre Santísima. Es un mensaje de amor, un plan
practico para la paz del mundo, una promesa del Cielo para liberarnos de la
guerra y la aniquilación. Sobre todo, es una manera de salvarnos de condenación
eterna. La Virgen de Fátima vino con un mensaje de Dios para cada hombre, mujer
y niño de nuestro tiempo. Ella prometió que el mundo entero alcanzaría la paz y
que muchas almas irían al Cielo si escuchamos sus peticiones.
“La guerra”, dijo Maria a los pastorcitos de
Fátima, “es un castigo por el pecado” y añadió que Dios castigaría al mundo por
sus pecados en nuestro tiempo por medio de guerras, hambre, persecuciones a la
Iglesia y al Santo Padre, a menos que escucháramos y obedeciéramos los mandatos
de Dios.
El 13 de Mayo de 1985 el Papa Juan Pablo II dijo:
«El mensaje de Fátima es mas pertinente y mas urgente hoy, que cuando Nuestra
Señora se apareció por primera vez.» Y en efecto, se trata de una súplica
angustiosa de Nuestra Madre Celestial, que nos ve en gran peligro y que viene a
ofrecernos su ayuda y consejo. Su mensaje es también una profecía, una
indicación clara de lo que iba suceder en el siglo XX y de lo que estaría por
suceder infaliblemente en un futuro cercano, dependiendo de nuestra respuesta a
Sus peticiones.
Para evitar esos castigos, Nuestra Señora dijo, que
era necesario reparar los pecados cometidos contra Su Inmaculado Corazón.
Especialmente a través de la Comunión Reparadora del Primer Sábado durante
cinco meses consecutivos y la consagración a Su Corazón Inmaculado de Rusia por
todos los Obispos católicos del mundo, junto con el Papa, hecha el mismo día y
la misma hora.
La Comunión Reparadora de los Primeros Sábados
El
10 de Diciembre de 1925, la Santísima Virgen se
le apareció a Lucía, quien en ese entonces era una joven postulante en
el
Convento de los Dorotea en Pontevedra, España. A su lado, elevado por
una nube luminosa estaba el Niño Jesús. La Santísima Virgen puso su mano
en el hombro
de Lucía, y mientras lo
hacia, le mostró un Corazón rodeado de espinas que ella
tenia en la otra mano. Al mismo tiempo, el Niño Jesús le dijo: “Ten compasión
del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas que los hombres
ingratos continuamente le clavan, sin que haya quien haga un acto de reparación
para arrancárselas”.
Luego, la Santísima Virgen le dijo:”Mira, hija mía,
mi corazón, cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente
con blasfemias e ingratitudes. Durante cinco meses, en el Primer Sábado se
confiesen, reciban la Santa Comunión, recen la tercera parte del Rosario y me
hagan 15 minutos de compañía, meditando en los 15 misterios del Rosario, con el
fin de desagraviarme, yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas
las gracias necesarias para la salvación de sus almas”.
Cuando Lucía relató todo esto a su confesor,
Monseñor Pereira Lopes, él aconsejó esperar. En una carta le dijo que esta
devoción no hacia falta en el mundo, porque ya había muchas almas que reciben a
Jesús Sacramentado los primeros sábados del mes en honor de la Virgen y de los
quince misterios del Rosario. Así se lo confió la propia Lucia a Nuestro Señor,
quien volvió a manifestarse a ella como el Niño Jesús el 15 de Febrero de 1926.
Y el le contestó: “Es la verdad, hija Mía, que muchas almas los comienzan, pero
pocas los terminan, y las que los terminan, solo es con el fin de recibir las
gracias por ellos prometidas: y Me agradan más las que hicieran los cinco
sábados con fervor y con el objeto de desagraviar el Corazón de Tu Madre del
Cielo, que las que hicieran los quince tibias e indiferentes”.
Lucía le presentó a Jesús la dificultad que tenía
mucha gente de confesarse en sábado y le pregunto, si El permitiría que la
confesión de ocho días fuera valida. “Si puede ser” respondió Nuestro Señor, “y
hasta de muchos más días, con tal de que estén en gracia el Primer sábado
cuando Me reciban, y de que en esa confesión anterior hayan hecho la intención
de desagraviar con ella al Inmaculado Corazón de María”. Ella también preguntó
sobre quienes olvidaran tener esta intención y Jesús le dijo: “Pueden hacerla
en otra confesión siguiente, aprovechando la primera ocasión que tuvieran de
confesarse”.
Ahora nos toca a nosotros la tarea de explicar el
significado y la importancia de este mensaje, que aunque es sólo un complemento
o más bien el cumplimiento del Mensaje de Fátima, cobra una importancia muy
especial.
Lo más asombroso de este mensaje es, por supuesto,
la incomparable promesa de Nuestra Señora, a todos los que abracen esta
devoción: “Yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias
necesarias para su salvación”. Con generosidad ilimitad, la Santísima Virgen
promete aquí la gracia de las gracias, la más sublime de todas, -la de la
perseverancia final-. Esta gracia no puede ser asegurada, aún por una vida
entera de santidad empleada en oración y sacrificio, porque es siempre un don
gratuito de la Misericordia de Dios. Y la promesa es sin ninguna exclusión,
limitación o restricción: “A todos aquellos….Yo les prometo”.
Por otro lado, esta gran promesa no es otra cosa
que una nueva manifestación del amor complaciente que la Santísima Trinidad
siente por la Santísima Virgen. Para quienes así lo entendían, será fácil
aceptar que tales promesas maravillosas pueden estar ligadas a una práctica tan
humilde.
¿Por qué cinco Sábados y no nueve o siete en honor
de dolores de la Virgen?
Esta pregunta fue planteada a Lucía por su
confesor, el Padre Gonçalves. Lucía pidió a Nuestro Señor que le inspirar una
respuesta. Poco después, durante una Hora Santa, Jesús le reveló lo siguiente:
“Hija mía, el motivo es sencillo. Cinco son las
clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de
María:
1. Las blasfemias con la Inmaculada Concepción.
2. Las blasfemias contra su Virginidad Perpetua.
3. Las blasfemias contra su Maternidad Divina, rehusando al mismo tiempo
acogerla como Madre de los hombres.
4. El tratar de infundir públicamente en el corazón de los niños la
indiferencia, el desprecio y hasta el odio para con esta Madre Inmaculada.
5. Los ultrajes directos a Ella en Sus sagradas imágenes.
“He aquí, hija Mía, por qué ante este Inmaculado Corazón ultrajado Mi
misericordia se ha movido a pedir esta pequeña reparación y, en atención a
ella, a conceder el perdón a las almas que tuvieran la desgracia de ofender a
Mi Madre. En cuanto a ti, procura incesantemente con tus oraciones y
sacrificios moverme a misericordia para con esas pobres almas”
¿Cómo practicar con fruto esta devoción?
La hermana Lucía tomó tan a pecho esta “devoción
amorosa” que constantemente se refiere a ella en su correspondencia. Sin duda,
la mejor ayuda que podríamos tener para practicar con fruto esta devoción es
saber la forma en que la propia vidente de Fátima la lleva a cabo.
Hemos dicho que solamente se trata de “acompañar a
Nuestra Señora por quince minutos”, y no es de ninguna manera necesario meditar
sobre los quince misterios enteros del Rosario; pueden escogerse uno o dos,
como escribió la Hermana Lucía:” Esta es mi manera de hacer las meditaciones
sobre los misterios del Rosario los primeros sábados:
Primer misterio, la
Anunciación del Ángel Gabriel a Nuestra Señora. Primer preludio: Me imagino
viendo y escuchando al Ángel Saludar a Nuestra Señora con estas palabras: «Dios
te salve, María, llena de gracia». Segundo preludio: Le pido a Nuestra Señora
con estas, infundir dentro de mi alma un sentimiento profundo de humildad.
Primer punto: Meditaré sobre la manera como el
Cielo proclama que la Santísima Virgen está llena de gracia, es bendita entre
todas las mujeres y está destinada a ser la Madre de Dios.
Segundo punto: La
humildad de Nuestra Señora; cuáles son los defectos de orgullo y
arrogancia a través de los cuales más frecuentemente ofendo al Señor, y los
medios que debo emplear para evitarlos, etc.
“El segundo mes, hago la meditación sobre el
segundo misterio gozoso. El tercer mes la hago sobre el tercer misterio gozoso,
y así en adelante, siguiendo el mismo método de meditación. Cuando he terminado
los Cinco Primeros Sábados, empiezo otros cinco y medito sobre los misterios
dolorosos, luego sobre los gloriosos, y cuando los acabo, empiezo otra vez con
los gozosos”.
De esta manera, la Hermana Lucía nos revela que sin
contentarse sólo con los Cinco Primeros Sábados, cada mes ella practica “la
amorosa devoción reparadora” solicitada por Nuestra Señora. Puesto que se trata
de “consolar a Nuestra Madre Celestial” y de interceder eficazmente por la
salvación de las almas, ¿Por qué no seguir su ejemplo y renovar esta practica
piadosa frecuentemente? Entonces podríamos pedirle a esta buena Madre, con la
firme esperanza de ser escuchados, que asista especialmente a la hora de la
muerte “con todas las gracias necesarias para la salvación”, a tal o cual alma
que le confiamos a Ella, tal como la Virgen misma prometió a cambio de esta
“pequeña devoción”, cumplida con amor y con espíritu de reparación.
Dar a conocer este mensaje
A pesar de todos los signos y milagros y la
aprobación oficial de la Iglesia Católica, así como el reconocimiento tributado
por cientos de millones de peregrinos que han acudido al santuario de la Cova
de Iría, este mensaje de amor y esperanza es todavía desconocido para muchas
personas en el mundo. Bien sabe el demonio que cuando el mensaje completo de
Fátima sea ampliamente proclamado y correctamente entendido, apreciado y
obedecido, su imperio de maldad en el mundo será destruido.
No olvidemos que Nuestra Señora le dijo a los tres
pastorcitos: “Al final….mi Corazón Inmaculado triunfará”. Por eso es importante
que quienes lo conocemos hagamos nuestra parte. Todos, al menos, podemos rezar
diariamente el Rosario y rezarlo con el corazón. Todos podemos practicar la
“amorosa devoción” de los 5 Sábados Primeros de Mes y contarle a un amigo o
darle una copia de este folleto a un vecino. Podemos estar seguros que nuestra
Madre Santísima, la Virgen de Fátima, premiará nuestros esfuerzos por hacer
conocer y entender su mensaje maternal de amor y advertencia revelado en
Fátima.
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